MURALISTAS DE SAN PEDRO DE LA LAGUNA
Cuando se habla del lago de Atitlán, por lo general se toma como referente la belleza de sus paisajes, sus volcanes y su entorno natural. Sin embargo, es poco lo que se conoce acerca del desarrollo cultural que se extendió por aproximadamente 2500 años en sus alrededores y en su cuenca, como lo demuestran los estudios de arqueología y etnohistoria realizados en los últimos años.
Los pueblos originarios que habitan actualmente alrededor, T’zutujiles, K’iches y kaqchiqueles, son descendientes de los antiguos habitantes del lago. Durante el periodo prehispánico hubo un florecimiento cultural, cuyos vestigios se puede observar en los Museos y colecciones privadas.
Con la conquista y colonización estos pueblos tuvieron que adaptarse al nuevo acontecer político y social. Con el transcurrir del tiempo, los pueblos originarios han desarrollado una capacidad de adaptación y resiliencia para sobreponerse a las dificultades y condiciones adversas de vida en las que les ha tocada vivir, lo que les ha permitido conservar su lengua, trajes, tradiciones y costumbres, al igual que su legado cultural y artístico.
Una muestra de ello, son las nuevas generaciones de pintores del arte indígena (Naif), que trabajan diariamente desde pequeñas obras de arte, hasta elaborar grandes murales integrados en los espacios públicos.
Un recorrido por los pueblos de lago, en particular por San Pedro de la Laguna y San Juan, nos brinda la oportunidad de un encuentro con el pasado de los pueblos originarios. Pero también, entender el contexto social y político en que las nuevas generaciones les han tocado vivir. Y que el artista busca mostrar a través de la pintura.
Iniciamos el recorrido por la calle principal que, del muelle conduce al centro del poblado, encontramos un mural en el que se yuxtaponen dos imágenes: un dios del maíz que representa el sustento diario del pueblo maya, obtenido con el trabajo de las manos y con métodos de la agricultura ancestral. En contraposición, un dios de la muerte, que pretende suplantar al dios del maíz, mediante la siembra de productos transgénicos -que alteran el orden natural de la vida- a base de fertilizantes químicos. Una imposición del tratado de libre comercio.
Llegando al mercado, en una de sus calles adyacentes, a manera de testimonio, un mural sobre los peligros que la minería implica para el medio ambiente, el bienestar humano y los recursos naturales.
Continuando calle arriba otro mural, con un mensaje recordatorio, de no olvidar que en Guatemala hubo un conflicto que se extendió por 36 años. Con unas secuelas y unas heridas que aún no han sanado a pesar de la firma de paz. Hombres y mujeres, que fueron arrebatados de sus hogares, torturados y desaparecidos, continúan estando presentes en la memoria de las madres, esposas e hijos de las víctimas.
Adentrándonos en los barrios de San Pedro y recorriendo sus callejuelas, nos cruzamos en el camino con una de las pinturas más expresivas y llenas de color. Una obra, homenaje a la comadrona Iyon Chona Rax, conocida como Encarnación Pérez González, con el siguiente mensaje: “Ella es fuerte como la obsidiana, verde y suave como la palabra que descansa en las yerbas, con las manos envuelven a los niños que han llegado con las luces para iluminar este planeta con alegría”. Este mural es una invitación a la reflexión sobre la desaparición de las comadronas, debido a que el sistema de salud está propiciando el uso de la cesárea, como la opción más rápida y segura, para las jóvenes indígenas que dan luz por primera vez.
Siguiendo nuestro recorrido, encontramos un mural delicadamente pintado, que representa al agua y su relación con la mujer, como fuentes que crean la vida. Las aguas cristalinas que acaricia y deleitan a la mujer, nos hacen reflexionar acerca del deterioro de la calidad del agua del lago de Atitlán.
Continuando nuestro andar entre los barrios, donde se mezclan originarios y los turistas, nos encontramos con una serie de murales pintados por un colectivo de San Pedro y de México, con el apoyo del Proyecto Ciencia y Arte de San Pedro. Con el nombre de” Varios en el Barrio” se pueden apreciar murales artísticamente están muy bien elaborados.
Mirando a los alrededores vemos aves que nos recuerdan que todos formamos parte de la naturaleza, a la que hay que cuidar y proteger por su delicada belleza.
Un sincero reconocimiento a todos los artistas que han realizado estas obras, a los vecinos por permitir que sus fachadas fueran utilizadas para su realización y al pueblo de San Pedro por conservarlos y no permitir que sean destruidos.
Al final de nuestro recorrido, deleitados por los colores, formas, técnicas y contenidos, podemos afirmar que un mural es un instrumento provocativo, que transmite cultura, contribuye a sensibilizar y es propiciador de un cambio de actitud y comportamiento. Crea conciencia e invita a actuar frente a los problemas que afectan a la mayoría.
Fotografía y comentarios de Pedro Pérez, Director del Chuitinamit Enviromental Centre Scotland, una asociación de profesionales con sede en Escocia, Reino Unido, que está apoyando la creación del Centro Ambiental Chuitinamit, en la bahía de Santiago de Atitlán, Sololá.